PATATAS 🍟🥔
No voy a decir que es milagroso, porque ya se lo he visto hacer a más de un chef, pero sí hay que remarcar que lo que se consigue aquí con la patata de la variedad Monalisa es impresionante. Se aplican los dos pasos de rigor (y que deberían salir ya hasta en la Wikipedia): pochado y fritura a alta temperatura, peeeroo... aquí está lo que mola: se hace todo sin piel. Sí sí, doble mortal con tirabuzón. Y el resultado es crujiente. Muy bien.
SALSA 🌶🔥
Los pegotes de allioli/ajonesa que salpican esta tapa de aspecto vangoghiano (me comentan que, si la miras de lejos, se ve un campo de girasoles) se elaboran con un exceso de yema de huevo, por eso adquieren esa tonalidad más crema de lo habitual. La fórmula de color encarnado es una reducción de tomates desde cero, hasta que espesan, y después de darles mambo con un un poco de chipotle adobado, se acaba con una textura muy fluida.
Me parece muy acertado poner una buena dosis de ambas salsas en el fondo del recipiente, aunque nadie se va a quejar de falta de salsa.
RESEÑA 🍻🍴
Abundante ración, pese a que parece menos, porque está 'escondida' en el bol. Es la tapa estrella del local, junto al ya mítico, y colorido, bocata de calamares. No hay mesa que no pida unas bravas. Y eso, que parece una obviedad, tiene un mérito tremendo hallándonos en la calle Mandri, quizá la zona con más competencia bravera por metro cuadrado de la ciudad. Solo tenéis que mirar a sus vecinos de rancio abolengo: Montesquiu, Bar Mandri, Bar Bero, Chico...
Algo debe hacer bien esta gente, ¿no? Digo yo... ¡porque esa terraza está siempre llena a rebosar!
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